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La magia del agua verde

Conocer los lugares más hermosos de Colombia me llevó a iniciar un recorrido desde Bogotá con la ilusión de una aventura que estaba por empezar en un día de febrero.


Llegué a Pasto la capital de Nariño y me hospedé en el hostal La Chacana, allí estaba yo con mi timidez y con el miedo que da viajar por primera vez sola como mochilera, sin embargo, las enseñanzas de mis hijos me daban un poco de tranquilidad. Al llegar me encontré con Daniel Martínez un profesor de inglés que mis hijos habían conocido en un viaje a Montañita (Ecuador) y quien hizo de mi estadía en Nariño la mejor de las experiencias vividas.


En la Chacana también conocí personas de diferentes nacionalidades; Nico Otterbach un joven alemán que era instructor de deportes extremos y llevaba 4 meses viajando por Suramérica, un hombre francés que hablaba español como si fuera su idioma nativo, un médico italiano de pocas palabras y una joven de Dinamarca que estaba allí en busca de una limpieza espiritual.


Después de compartir dos días tomando hervido y comiendo empanadas de maíz por las calles de Pasto, decidimos tomar la vía al sur con Daniel, Nico y el francés para ir al volcán del Azufral, uno de los lugares más místicos de la zona.




En mi mochila Wayúu llevaba un poco de comida y algunas cosas importantes, ¡ah! y una cámara profesional que no manejaba muy bien pero con la cual tenía la seguridad que capturaría los mejores recuerdos.


Llegamos a Túquerres y para este momento sentía mucho frío, entendí entonces que la chaqueta que tenía no era la adecuada para la travesía; así que tuve que buscar un sitio donde comprar un buso que aunque no era el más bonito me serviría de abrigo para esa fría mañana en las montañas de Nariño.


Allí preguntamos a los habitantes dónde podíamos coger un medio de transporte para ir hacia La Cabaña, así se le llama a la entrada del parque natural regional volcán del Azufral, allí conocimos a Don José un señor de más o menos 50 años quien nos llevaría al parque en su Renault blanco del 82. Durante el recorrido nos contó varias historias de aquellas montañas y al llegar nos deseó la mejor energía para apreciar aquellas aguas verdes.


Sabiendo que don José volvería en 6 horas por nosotros, empezamos el recorrido por la montaña, y fue así como iniciamos a caminar por entre frailejones y flora nativa a un ritmo constante ya que ellos tenían un buen estado físico. En un momento la altura hizo que empezara a sentirme cansada, la densidad del aire me estaba enseñando que quien quisiera conocer el volcán debía ser fuerte, tanto física como mentalmente.


Pensé en detenerme, pero el francés me dijo “debes mantener el ritmo, nadie dijo que sería fácil, pero si quieres la recompensa debes esforzarte”, tomé fuerzas y con un nuevo respiro logré seguirles el paso hasta coronar la cima.


Allí descansamos 10 minutos, comí bocadillo para recargar energía después del esfuerzo y continuamos el recorrido. Por un momento sentí tristeza, porque todo se había nublado y pensé que iba a ser imposible ver el volcán pero a medida que íbamos descendiendo el cielo se fue despejando.



Al llegar todos quedamos sin palabras al ver aquellas aguas azufradas de color verde, el tiempo se detuvo y solo importó lo que pasaba en frente de nuestros ojos, después de un momento el idioma que nos distanciaba dejó de importar y descubrí que para el viajero no hay un idioma global, si no que la alegría y la emoción de descubrir un nuevo lugar hace que los corazones se entiendan, así fue como entre risas y señas Nico entendió que yo quería retratar ese momento y me tomó algunas fotos con mi cámara. Ese día entendí que el ser busca la forma de comunicarse, y que las distancias idiomáticas no son barreras para conocer y querer compartir.



Por fin mi gran sueño se había hecho realidad allí estaba, en La Laguna Verde del Azufral con su color verde como las esmeraldas.


Ya en la parte baja del volcán estaban Xiomy y Julián dos jóvenes caleños que también estaban conociendo la laguna, hablé con ellos, compartimos, nos tomamos fotos y regresamos en grupo. El camino que tanto me había costado pasó sin que sintiera cansancio o fatiga, sólo tenía en mi mente ese tesoro que había descubierto y el que había hecho que todo valiera la pena.



Al llegar nuevamente a la Cabaña tomamos agua de panela con pan, mientras esperamos a Don José quien nos regresaría en su carro. Mientras pasaba el tiempo hablamos con la señora que administraba la entrada del parque natural, ella nos relató anécdotas que le habían ocurrido a varios turistas que por allí pasaban.


Pasadas dos horas regresamos a Túquerres y allí buscamos un restaurante para almorzar disfruté mucho ese momento porque Nico que no hablaba nada español y era bastante tímido quería saber cómo se decía cada cosa, parecía un niño queriendo saber de todo.


Partimos de ahí hacia Pasto, aunque un poco cansados pero felices por lo que habíamos vivido, nos organizamos y fuimos a cenar y a despedir a Nico que continuaba su viaje, al volver a la Chacana sentí que no era la misma pues mis ojos habían visto la magia del agua verde.



Relato: Nubia Stella Castiblanco

Fotografía: Nicolas Otterbach y Nubia Castiblanco





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